Disculpe, yo quisiera... [Privado Chitose]

La joven estudiante no podía soportar más esa vida que llevaba, era terrible, le costaba mucho dormir y solían ponerse enfermas muy a menudo por dormir al aire libre, bajo la lluvia y las tormentas. Llegó a la conclusión de armarse de valor e ir a hablar con el Rey de Safir, que todo el mundo decía que era bastante comprensivo y benevolente con los ciudadanos. Estaba desesperada, ella no hablaría con un hombre de no ser estrictamente necesario y esta situación, incluso podía costarles la vida, porque por no poder, ni siquiera podían comprar medicinas en caso de ponerse enfermas por su mala condición de vida. Quería darle una pequeña gran sorpresa a Seiko, a ver si era posible de poder decirle que tenían un hogar que ellas, poco a poco, se encargaran de arreglar, lo importante era tener un techo, daba igual si seguían durmiendo en el suelo, sería mucho mejor que en la piedra. Naomi se plantó con timidez y mucho miedo frente a uno de los soldados que custodiaban las puertas del castillo, armados y equipados con sus armaduras brillantes y relucientes, listos para una batalla en caso de ser necesario.

-H-hola...- Saludó a uno de ellos con un hilo de voz, mantenía una distancia prudente, no quería que la tocaran, ni lo más mínimo, le aterraba. Aquel hombre no contestó, obviamente de servicio no estaba para ponerse a hablar con cualquiera. -Pu... Pu... Puedo... Hablar...- No le salían las palabras y estaba a punto de echarse a llorar y salir corriendo. No podía quitarse de la mente todos aquellos recuerdos que la habían llevado a cometer un asesinato y a fugarse. -¿Puedo hablar con el Rey? ¡Por favor! Es importante.- Había cerrado los ojos y pensado en Seiko para poder hablar así de continuo. El soldado levantó la visera del casco plateado y la miró con curiosidad. Si la dejaban entrar, no sería sola, desde luego. El guarda habló con su compañero y uno de los dos se fue por las puertas. -Espera ahí.- Respondió una voz sumamente grave y ronca. Naomi juntó las dos manos en su pecho, el corazón se le iba a salir disparado, pero no había vuelta a atrás. Tragó saliva y esperó a que el compañero del guardia apareciera de nuevo. La noticia que recibió, fue que volviera al día siguiente a la misma hora para que el Rey la recibiera, al parecer tenía que pasar otro día en la calle.

-V-vale... G-gracias señor...- Susurró dándose la vuelta y marchándose sin más. Se reunió con su hermana e hicieron lo de siempre, dormir abrazadas en un callejón oscuro, tapadas con una manta vieja y sucia. Al día siguiente, Naomi le dijo a su hermana que tenía unos asuntos que atender y que debía ir sola, que volvería para la noche, no iba a dejarla solita. La estudiante volvió a la puerta donde estaban los guardias, uno de ellos era el mismo que el del día anterior, él la reconoció y se ofreció a escoltarla, aunque mejor dicho, sería a vigilar que no hiciera nada extraño ahí dentro, aunque estaba lleno de guardias que la atacarían si se le ocurría dañar a alguien importante. La dejaron fuera del salón del trono, antes debían verificar que el Rey estaba preparado para recibir a la muchacha.

Libros era lo que rodeaban al Señor de Safir, quien se encontraba en la biblioteca. ¿Lo encontrarían con vida antes de ahogarse entre tanto libro? Por supuesto, solo debías apartar volúmenes, y lo verías, tras una larga búsqueda. Quizás su condición no sería la de las mejores pero al menos se mantenía perfectamente en pie, y solo se podía apreciar su cansancio en el rostro. Había pasado casi dos días seguidos sin dormir, enfrascado en sus lecturas, y ni prestó atención a su salud. Muchos del castillo intentaron sacarlo, pero eran palabras sordas al oído del monarca, quien solo escuchaba murmullos a su alrededor, sin ni siquiera distinguir las voces, pero no le importaba lo que les pudiera decir esas voces,, así que seguía con su lectura. Libros con diversos conocimientos, novelas… todo captaba su atención, e incluso se olvidaba de la comida,pero algo lo despertó de su trance.
Un soldado entró en la biblioteca, lo que era inusual, por lo que levantó su vista de los libros y lo miró inquisitivamente, dejando que se acercara —Majestad, una estudiante ha pedido audiencia con usted. Dice que es muy importante— los ojos del rey se abrieron ligeramente por la sorpresa, pero sonriente, respondió al soldado— Dile que venga mañana a la misma hora, que la recibiré— con una simple reverencia, el soldado se marchó, y el castaño, por fin, dejó sus libros. Se levantó, despeinándose a sí mismo, y bostezó. Era muy raro que un ciudadano le pidiese audiencia, pero aun así, no iba a dejarla en la estacada, para eso estaba un rey, ¿no? Vale que no le gustase el papeleo, pero tampoco iba a desatender completamente sus funciones. Además, no era una vieja remilgada quejándose de, por ejemplo, un pájaro ruidoso, sino una joven estudiante que tenía un problema, aunque si el problema era grave o no, ya sería otro asunto.
Aprovechó para salir, tomar un buen almuerzo, y luego, se lavó y se fue a la cama, descansando hasta el mediodía, que era a la hora en la que se encontraría con la muchacha que tan importante asunto tenía que se veía en necesidad de hablar con el rey. No es que le molestase, al contrario, pero seguía pareciéndole curioso. Se preparó a su ritmo, sin apresurarse, y tras terminar la tarea, fue a la sala del trono, sentándose en este. Le hizo una señal al soldado, y el individuo abrió la puerta, dejando pasar a la joven —Tú eres la estudiante que vino ayer, ¿no? —en los labios del monarca brotó una sonrisa jovial— Soy Chitose. Un gusto conecerte, esto… ¿tu nombre?—sus orbes de color ámbar estaban fijos en ella, y su rostro miraba tranquilidad y amabilidad, intentando que la chica se sintiera a gusto. Quizás fuera de las personas a las que intimidaban las posiciones sociales. A Chitose no le agradaba mucho las formalidades. Por él, estarían en una sala de estar, tomando algo. Ah, probablemente se lo ofrecería, una buena idea.

Mientras esperaba, apenas se atrevía a mirar a los soldados que tenía al lado, solo lanzaba alguna mirada disimulada, pero nada más, seguía con la cabeza agachada, mirando sus zapatos marrones desgastados y con algunos rotos. Las enormes puertas dobles se abrieron y al fin le permitieron el paso. Sus pasos eran temblorosos y lo peor de todo, es que había un silencio sepulcral en la sala y los alrededores, además, ya que el salón era realmente amplio, todo hacía eco, lo cuál sería sumamente perjudicial para Naomi, ya que hablar y que se la oiga demasiado bien, es algo que la aterra cuando se trata de un hombre. Se plantó en medio de la sala, respirando acelerada, como si fuera a darle un ataque y morir cinco segundos después. Se inclinó ligeramente haciéndole una reverencia cuando preguntó si era ella y al alzar el rostro, se preparó para no tartamudear demasiado, no quería enfadar al Rey y atenerse a las consecuencias, a las que ella pensaba.

-S-sí... So-soy yo... Naomi Dazai.- Tragó saliva. Si encima ya le costaba hablar con hombres, fíjate para tratar con un Rey, aunque él quisiera que le tratase normal, para ella era imposible, aunque ciertamente, por su hermana, sería capaz hacer cosas que nunca podría llegar pensar sin estar en la situación pertinente. -Eh... Señor...- Cogió aire y se llevó una mano a la frente, se sentía bastante mal. Para que el Rey comprendiera su situación, tendría que contarle como una historia, pero eso siempre sale mal, a un Rey no le interesa la vida de cualquiera, según piensa ella, pero bueno, no tiene nada que perder salvo a su hermana, literalmente. Como mucho podrían quitarle la ropa, pero no es justamente algo útil para la gente de este palacio. -M-mi hermana y yo... So-so... ¡Aagh! Perdón.- Se disculpó, había trastabillado demasiado. Carraspeó tapándose la boca y cerró los ojos unos momentos, sí, no mirar sería ideal para que sus palabras salieran.

-Mi hermana y yo somos estudiantes y no tenemos casa, ni dinero para alojarnos en una posada.- Le contó de carrerilla, como si se lo hubiera preparado, pero lo cierto es que no. Naomi era consciente de que bueno, parecía un cuento, pero era cierto. También era consciente de que podría ser en plan "Búscate la vida gitana", pero claro, qué culpa tienen ellas de ser estudiantes, de no haber podido crecer unos añitos más para poder trabajar en cosas que dieran dinero de verdad. -Cuando la academia se cierra no podemos quedarnos ahí y dormimos en el suelo bajo la lluvia.- Se deprimía, se hundía, ya no podía soportar más eso, era demasiado. Se llevó ambas manos a la cara y empezó a sollozar, lo más bajito que podía. -Por favor... Ayúdenos.- Suplico con desesperación y sufrimiento en las palabras.