El llamado de la Diosa [Symph - Akn -Seiko - Naomi ]

¿Qué es ese sonido? Symph sentía algo, estaba retumbando en su mente, se levantó de repente, no podía ver más que a unos pocos metros de sí misma. ¿Donde se encontraba? Ahora solo podía ver destrucción, todo se mantenía oscuro, una calma que solo podía ser precedente de la tempestad, se encontraba en las antiguas ruinas de lo que parecía un templo, no sentía las piernas y por más que lo intentara no podía moverse, su vista se centraba en la hilera de pilares partidos cubiertos de musgo, el ambiente comenzaba a sentirse pesado. En un vano intento por levantarse, dejó materializar ambas alas, pero estas instantáneamente cayeron rendidas, comenzaba a sentirse fatigada, en ese momento sintió una desesperación espantosa, para un ave no había nada peor que no poder batir sus alas, más aún sus piernas seguían sin responder -no tiene sentido- pensó para sí misma.
Un fogonazo de luz la cegó por un instante, seguido por una suave brisa que se dirigía justo de la entrada de las ruinas donde antes no podía haber visto más que unos pocos metros, podía ver ahora con claridad unos banquillos a lo largo que formaban un pasillo hasta lo que quedaba de un arco donde reposaba una figura alta y esbelta de cabellos blanquecinos y mirada profunda que se dio la vuelta. No había duda era ella. No era un mito en lo absoluto. Symph intentó extender un brazo y esbozar unas palabras, pero la figura se había desvanecido completamente y con ella, su sueño.
La muchacha tomó asiento con rapidez, el sudor le corría por la frente y había sentido que aquél sueño había sido una eternidad. Extendió un ala, ahora aliviada de poder moverse, sorprendiéndose por un resplandor dorado, algo parecido a una bola de luz que no tardó en salir por su ventana en cuanto la joven saltó de la cama, ahora su objetivo estaba claro.
No tardaron mucho rato en alejarse de Smaraudus, pasando el Río rojo, para con unas horas más aproximarse a Tenebra, la muchacha advirtió su cercanía al lugar maldito y no dudó en materializar su armadura, dejando que sus plumas negras cubrieran su cuerpo para darle lugar a la protección.
Mientras más se acercaba el ambiente se volvía más pesado y sentía que la fuerza le flaqueaba nuevamente en sus alas, pues para cuando habría llegado a esas tierras desoladas donde la vida se había ido hace tiempo, sus alas volverían a caer como peso muerto en su espalda y su armadura era reemplazada por su regular vestido negro de encaje.
La luz se desvaneció luego de pocos minutos de caminata en Tenebra, solo quedaba ella en medio de un campo desolado solo adornado por algunos árboles sin hojas y siendo tan solo alumbrada por la luz de la luna


Sintió nuevamente aquella brisa, no había duda de que se trataba de la Diosa, nuevamente. ¿Por que ella requeriría la ayuda de un ser maldito como Symph?
Tenía un pésimo presentimiento acerca de esto, abandonar Smaraudus en medio de la noche, el aura de hostilidad en Tenebra, allí estaba por ocurrir algo grave.

Un día como cualquier otro, así empezó todo en Smaraudus para Akn, quien atendió su preciada tienda. Lo realmente extraño, ocurrió por la noche, cuando tratando de dormir en un recipiente con agua, que era su cama, sintió como una especie de dolor en su núcleo. Akn se revolvió y se quejó. El núcleo brilló y ella sintió miedo, pues siempre que pasaba eso, era algo malo. Salió rápidamente de la tienda, intentando ocultar el resplandor de su punto débil, pero era imposible, era muy fuerte y esa luz morada podía despertar a muchos habitantes de Smaraudus. En el exterior, pudo ver y escuchar como una estrella fugaz que la llamaba. La bloqueó por completo, era la primera vez que veía algo así y simplemente le daba miedo, todo esto era un misterio, es como si nadie se diera cuenta menos ella. Una llamada única y que la atraía, pero no sabía a dónde la iba a llevar. Allí en el cielo oscuro e infinito, emitía destellos a los que no pudo resistirse tratar de alcanzar.

La Slime salió de Smaraudus sin ser consciente de ello, de echo, sin saber si quiera por dónde pasaba, pues sus ojos estaban fijados en la estrella. Tardó un día en llegar y cuando se dio cuenta, estaba en Tenebra. Ojalá Akn supiera decir que es la diosa quien la llama, pero no, ella no sabría diferenciar aquello y simplemente, en aquel lugar tan peligroso, se limitó a seguir andando, si estaba ahí era por algo, esas voces querían algo de ella. El núcleo dejó de brillar y la mujer sintió que gran parte de sus propiedades eran anuladas, era horrible y especialmente temía secarse y morir sin haber encontrado una respuesta al por qué de estar allí. De nuevo era de noche y Tenebra, tan desolada como siempre, dejaba que se escucharan quejidos y sonidos terroríficos, con esos árboles medio muertos y un cielo amenazante, plagado de estrellas y una luna burlesca que hacía de lámpara.

-¿D-dónde estoy...? Quiero irme a casa.- Susurró Akn desalentada, esa luz no le aclaraba nada, todo seguía estando turbio. Al menos supo que no estaba sola, ya que veía a alguien en la distancia, así que se acercó como pudo, confusa y sin saber qué decir. -Heeh.- A distancia media trató de llamar a quien fuera ese ser.

Casi estaba dormida, tenía los ojos cerrados y estaba desconectada del mundo, solo le faltaba entrar en el estado de sueño profundo, pero no pudo hacerlo, porque Seiko la desveló, tratando de ponerla en pie para ir a algún sitio. Naomi al principio, pensó que era una broma, esta noche se dormiría tan bien, no quería tener que caminar pudiendo dormir. Cuando abrió los ojos y se fijó en ella, sus ojos se clavaron en la estela azul sobre sus cabezas y fue entonces, que también sintió la llamada en su corazón. Casi como si fuera forzada a caminar, su hermana marcó un ritmo más rápido del que Naomi quería seguir, pero bueno, no se iba a despegar de ella, aunque como siempre, la inseguridad, la duda y el miedo estaban presentes siempre, la pobre Naomi vivía entre paranoias constantes de que cualquiera pudiera separarlas y hacerlas sufrir.

-S-seiko-Chan... Cuidado... No sabemos lo que hay por allí...- Susurró lo más cerca de su oído, temblorosa. Safir se veía bien por la noche, pero a medida que avanzaban, todo se volvían escenario de cuento infantil, de canción de bardo, con esos árboles que parecían monstruos secos, con las ramas como manos esperando para atraparlas en la terrible oscuridad, opacada solo en los claros por la luna burlona, única luz que se apagaba cual broma a alguien con fobia a la oscuridad. -N-no me gusta este sitio, parece peligroso. Vámonos Seiko-Chan... ¿Y si hay un monstruo muy malo?- Se abrazó con fuerza a ella. Seiko como respuesta, trató de hacerle un escudo para que se sintiera más segura, pero no surtió efecto, su poder se desvacenía y eso alertaba más a la hermanita prudente. Pensó al principio que era una bromita para no gastar su energía.

-Iluminaré un poco.- Extendió la palma de la mano y técnicamente, debía salir una esfera de electricidad que diera algo de luz para poder ver mejor, pero apenas salió una chispa. -¡Nooo! ¡No tenemos nuestro poder!- Retrocedió varios pasos y trató de llevarse a Seiko con ella. Lo peor de todo es que justamente había dos seres extraños justo delante. En ese momento, la asaltaron esas miles de preguntas que empiezan con el famoso "¿Y sí?" ... ¿Y si son hostiles? ¿Y si son muy fuertes? ¿Y si son ellos los que nos quitaron los poderes? ¿Y si nos matan? Y toodas aquellas una detrás de otra. -¡Vámonos! Mira eso ¿Y si son monstruos? ¡Corre!- Tiraba de su brazo apurada.