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Mensaje por Seiran Jue Mayo 29, 2014 6:37 pm

Era su mente, su mundo. Nadie era capaz de poder ver que había más allá de aquella pasible sonrisa que constantemente moraba en sus labios, sin cesar, sin cansarse ni un instante, tan verdadera y tan falsa en el fondo. Pero, solo en parte, pues su amabilidad era pura, real... Hasta cierto punto. Genio debía ser aquella persona qué, ignorando el día a día se diera cuenta de la mentira detrás de aquella máscara de porcelana que raramente algo más dejaba entrever. Los guerreros de Safir parecían ser de aquella clase, incluso su rey, aunque este último fuera totalmente otra historia. ¿Confiaba en él? "Confiar" no era la palabra correcta a utilizar, él le ayudaba, le era fiel solo por una promesa hecha cientos de años atrás, cuando aun sus habilidades no le permitían acercarse tanto al rey, ahora, todo era diferente. Un suspiro de cansancio escapó de sus pálidos labios y su mano, parcialmente oculta por la manga de su largo y casi extravagante vestido, se levantó hacia su frente, donde echó hacia atrás su cabello con un sutil gesto. Si alguien tuviera suficiente valor como para tocar por muy breve que sea a aquél muchacho se daría cuenta que, lejos de sudoroso y cálido como ante las temperaturas de la ciudad se debería encontrar, él era seco y levemente frío, una temperatura normal, no por el medio ambiente presente pero sí como debería de serlo en un tranquilo día. Ser un ángel tenía sus privilegios, al igual que sus contras, él, poseía más contras por su elección que privilegios y estos, parecían estar a punto de desaparecer en un mísero parpadear, un cruel destino que le pertenecía por cada elección realizada y, aun así, siempre tendría más alternativa que las demás razas, pues en su momento él había sido amado y querido por el creador que todo lo veía e incluso, que sus alas estuvieran manchadas de pecado nunca jamás había sido por elección de ese ser superior. Pero, se había engañado, la perfección no existía e incluso entre sus ángeles el ejemplo estaba claro.

Los motivos que le llevan a tan recóndito lar no eran otras que problemas con el infantil que podía ser su rey a veces, tanto como para dejar una nota y desaparecer de la vista de muchos... Y la sorpresa, era que de alguna forma nadie vio nada. Recóndito, sí, al menos, para él, si luego la razón le acompañara o no, eso, era completamente otra cosa. Su problema era el ambiente, totalmente diferente al que bien acostumbrado estaba a observar y a aguantar, el calor de aquél Imperio, la lava ardiente que emitía aterradores rumores bajo sus pies y... El aire a su alrededor. Muchas veces había intentado erradicar cualquier recuerdo de su pasado de su mente, aquél tiempo incapaz de moverse libremente, que, cada vez que intentaba acercarse más al cielo, aunque fuera meramente con su espíritu, las cadenas que hacía milenios se habían legado a su cuerpo le impedían acercarse. No les bastaba, impedir movimientos de su cuerpo, su alma también debía de estar encadenada... Dormido pero consciente, despierto pero incapaz de moverse de su prisión, no sabía aun si eso había sido lo más amable y lo más fácil. Lentamente levantó su mirada hacia el cielo, que parecía brillar en carmín en compañía de la lava que rodeaba la ciudad y, aunque no parecía significar un problema para él, demasiado le recordaba a las bélicas ciudades humanas que cruelmente habían manchado las tierras de su prisión.  Lo intentó olvidar, sin conseguirlo, lo intentó destruir, sin tener la fuerza necesaria para hacerlo... Intentó vivir con él, sin poseer la fuerza de voluntad suficiente como para aceptarlo. Respiró hondo y finalmente se propuso seguir adelante, entrar en la ciudad que por un momento le infundió un peculiar presentimiento, deliberadamente ignorado. Mera sugestión, errónea, quizás.

Oye chico... ¡Hey!— Repentinamente, sin que pudiera pronunciar palabra, su cabello fue tirado con cierto cuidado y paró repentinamente su andar, sujetando su largo cabello con la mano a la par que volteaba con cierta desgana. Aquello que vio hizo mutar ligeramente la neutral mirada del Querubín y, quizás empujado por la raza que más prevalecía en él se volteó e inclinó levemente a la par que soltaban su cabello. El anciano culpable de todo juntó ambos brazos detrás de su curvada espalda y sonrió con complejidad. —A puesto que sabes como trabajar el hierro, chico.— Aquella no fue una petición, y mucho menos una pregunta, sino, la más pura y cínica orden que en años había recibido de parte de alguien. Seiran ladeó a un costado su rostro, en medio del desconcierto. —Yo creo que... Realmente no sabrí...— Fue interrumpido e, incapaz de seguir con su hablar volvió a parpadear en valía del desconcierto al ver el brazo estirado del viejo hacia el interior de una herrería. —Tengo una entrega... Pero por desgracia mi nieto tuvo que salir por trabajo.— Asintió en un vago gesto de la cabeza y, sin pre-aviso alguno sujetó al ángel de sus amplias mangas, tirando de él para que entrara en la calurosa herrería. En un abrir y cerrar de ojos se vio ante una forja ardiente y con un martillo en mano. Parpadeó unas cuantas veces y ladeó su rostro con curiosidad, pero, antes de poder hacer algo aquél anciano ya se estaba alejando una vez más. —Esto... Realmente no creo saber como se haga— Sin mucho afán dio un pequeño golpe al yunque, mas el re-tintinear que causó y el calor que se estaba haciendo presente en el lugar le desagradó y entrecerró sus orbes de diferentes colores en un mero acto de molestia, permaneciendo con el martillo en su mano derecha, a pocos centímetros de la masa de hierro. Aburrido, desagradable, demasiado cálido.
  
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Mensaje por R Unforgiven Mar Jun 03, 2014 12:44 am

Estaba en su paseo por la ciudad, saludaba alegremente a la gente que lo saludaba y a veces gritaban emocionados al ver al arcangel, se paro a revisar los mercados, saludando a todos, hablando con la gente, tambien compro cosas para probar, como comidas o especies, no solo era una revision de el mercado sino tambien el dia de compras, en donde los acompañaban ayudantes del castillo, al comienzo el paseo fue un alboroto total, pero con palabras el arcangel logro persuadir a la gente para que no armara tanto escandalo, siguio caminando y paseando puesto por puesto.

La ciudad se veia tan llena de vida para el arcangel, tanto asi qeu se animo a bromear con los comerciantes, incluso a tocar canciones con una guitarra que vendia uno de los mercaderes, su pueblo lo miraba fascinado, algunos incluso acompañaron en casi todo el viaje al arcangel, este tambien fue invadido por un grupo de niños al cual le regalos monedas para que se fueran a comprar comidas o lo que quisieran, el dia era genial, no habian anomalias, los mercaderes daban conocimiento que no habia ningun problema y que las ventas iban bien.

Siguio por la larga calle junto a sus acompañantes y las ayudante que iban con el, alfinal de esta estaba la herreria central, en donde recordo que no podia ir con toda la gente por que no iba a interrumpir abruptamente el trabajo de los herreros, les dijo a las ayudante que llevaran las cosas al castillo, ellas se pusieron en marcha, entonces el arcangel dio media vuelta mirando a las personas que lo seguian.

-Hasta aqui llegamos!, muchas gracias a todos por acompañarme, estoy encantado de ser su lider, por mi ojala estuvieran junto a mi siempre, pero ¿No queremos molestar a nuestros herreros no? (-Rio levemente-), les agradesco de corazon y les pido que vuelvan a sus casas y trabajos, nos volveremos a ver!!-

La gente grito euforica respondiendo positivamente al arcangel, gritando su nombre, frases como "Que viva el Lider" o Rey, se escuchaban entre toda la euforia, para despues todos se dispersaran en distintas direcciones, el arcangel entro a la gran herreria, los administradores de esta recibieron al rey con una reverencia y le informaron rapidamente de como iba el progreso en esta, los herreros saludaron a coro "Buenas tarder mi Lider!!" pero no se detuvieron de trabajar, el arcangel camino junto a los organizadores por la herreria, viendo como todos trabajaban arduamente, ningun problema.

Los organizadores estaban a punto de acabar su informe cuando R vio algo que le llamo la atencion, un chico de piel blanca vestido de una forma que era imposible que fuera un trabajador de la herreria.

-¿Y ese chico?-

Los organizadores llamaron al responsable del puesto, el anciano explico que lo forzo a trabajar creyendo que era de aqui, R hizo recapacitar al anciano haciendole notar la forma de vestir del chico, que era imposible que el fuera de aqui, bromeando con la edad del anciano y su vista, el anciano pidio disculpas haciendo reverencia, en su cara se veia la culpabilidad y la verguenza.

-Tranquilo, solo vamos y disculpate-

Se dirigieron juntos donde el chico que trataba de hacer el intendo de simular que trabajaba, el anciano respiro, entonces R dio la iniciativa disculpandose el por el anciano primero.

-Hola muchacho, detente, disculpa a nuestro herrero, penso que eras parte de nuestro pueblo ( Su edad le esta afectando -Susurro riendose levemente- ), ¿Que te trae por aqui? acompañame-.

El anciano se disculpo y se dispuso a colocar en el puesto del muchacho mientras R caminaba en direccion a otra zona de la herreria.
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Mensaje por Seiran Mar Jun 17, 2014 10:02 am

Hacía calor, todo en ese país era extremadamente cálido, demasiado para sus gustos y aun así, persiguiendo a un monarca que aun no había llegado a entender, se había perdido vagando por el sin fin de calles y callejones de aquella ardiente ciudad hasta entrar en aquél que era, sin duda alguna, una herrería. Tampoco deben engañarse pensando que preferiría un lugar frío, pues eso tampoco estará entre sus elecciones. Un país con clima templado, ni demasiado cálido ni frío, perfecto e inexistente por su desgracia. Pero aun así, no era ese momento para quejarse. Había entendido el sistema por el cual los herreros hacían tan complicadas imágenes de hierro y con cuanto cuidado las realizaban, pero, aunque mínimamente quisiera intentarlo, le resultaba imposible, después de todo su fuerza no era siquiera mitad. Aun así, supuso que pasó un poco en aquél lugar, simulando golpear la piedra, se cansarían y le pedirían que se fuera y eso, era en parte su intención, al menos antes de morir de calor. Lo que le sorprendió fue escuchar una voz, pronunciada claramente hacia él. Apoyó el martillo en la mesa y se volteó con calma, fijando su mirada en el hombre que ante él estaba, por un momento un sentimiento extraño le traspasó, como si aquella presencia, o algo parecida ya la hubiera sentido en otra ocasión, mucho tiempo atrás, pero, como era de esperar la dejó de lado mientras escuchaba sus palabras. —No se preocupe, lamento no haberle podido ser de ayuda, señor.— Con una amable sonrisa en su semblante realizó una ligera inclinación hacia el anciano y se quitó de en medio, dejando paso a aquél que realmente sabía que hacer.

¿Simpatía? Quizás era eso lo que detrás se escondía, aquél anciano, aunque Seiran no estuviera seguro de ello en aquél momento, le recordaba demasiado la primera persona que había conocido al estar consciente de pisar tierra, aunque, pequeñas diferencias siempre habían. Levantó su mano hacia su mentón y sonrió, casi como si estuviera por reír ante el susurro ajeno. Era normal ¿O no? Con el pasar del tiempo incluso la vista se malgastaba, no había alternativa. Una vez más desvió la mirada al hombre de oscuro cabello cuando le pidió acompañarlo. Un oscuro hombre podría decir, aun cuando, las apariencias solían ser las primeras a engañar la multitud. No solía ser el tipo de ser que daba papeles de antagonistas o héroes a aquellos que no conocía, por ello, simplemente se dejó guiar, sin borrar la sutil sonrisa de sus labios. Paró junto al contrario en algún lugar de la herrería y no pudo hacer más que observar a su alrededor con sorpresa, no todos los días podías encontrarte dentro de una, aquél episodio había sido, sin duda alguna, algo sorprendente que, si bien no le desagradó, en el fondo si lo hizo por varios motivos bastante obvios. —Debería agradecerle, de cierta forma me salvó. No parezco ser adecuado para ser un herrero.— Finalmente habló con calma, desviando la mirada al mayor, al menos por aspecto. —Mi nombre es Seiran, llegué a Ruber siguiendo un amigo y cuando pensé en dar una vuelta por la ciudad... Se puede imaginar que pasó.— De cierta forma raptado y metido en un lugar que no era suyo. Esbozó una sutil y divertida sonrisa, entrecerrando sus orbes con cierta mezcla de diversión. —Usted es...— Dejó sus palabras ser llevadas por el aire, breves e incalculables segundos.

¿Estaba fingiendo? Sus sonrisas eran reales, no había mentira en ellas, pero el brillo que una vez poseyó como ángel del cielo, se había extinto en su mayoría y eso, no era algo por el cual se preocupara en demasía, únicamente seguía adelante, haciendo aquello que consideraba justo por diversos motivos, aun tenía la posibilidad de volver al cielo, mas su lealtad jamás podría ser recuperada por completo y eso, seguramente el creador ya lo sabía y aun así, no se había dispuesto a destruir su existencia, como ya había hecho con una persona cercana suya por simple capricho, pensando que, si eso sucediera, nada más vincularía al querubín y aquella tierra ya demasiado manchada por pecados. —¿Nunca llueve en Ruber?— Preguntó por inercia, desviando su mirada al cielo que se podía entrever por una de las ventanas del lugar. Le resultaba triste... ¿Acaso no lo era? El fuego lo arrasaba todo, no dejaba nada de pie, el calor causaba que a veces las personas se volvieran intranquilas, nerviosas, pero eso no era un hecho que a él le soliera ocurrir, pues su reino no era ese, hasta cierto punto, había llegado a ver Safir como su casa, como el lugar donde siempre podría regresar... ¿Eso era algo malo? Quizás... Pero ¿Para qué adelantarse demasiado a los hechos que se desconocían en su totalidad? Después de todo, carecía de la habilidad para poder hablar... Del futuro.
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