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Mensaje por Alph Miér Mayo 28, 2014 1:15 am

El sol repuntaba en lo alto del cielo. Un orbe abrasador calentaba las tierras yermas, un desierto interminable e infinito. Los pies se hundían en el mar de tierra, y las huellas incesantes se contaban por miles, el viento las borraba de inmediato. Además de la gabardina, llevaba encima una frazada gruesa y, cubriendo su cabeza, un turbante. La frente sudaba, los hilos de deslizaban por las sienes, y como gotitas perladas que se iban acumulando en el entrecejo. No llevaba encima la gabardina blanca, y, por desgracia, la cantimplora ahora estaba vacía. Tan sólo quedaba aire seco y arena que se había colado dentro del bote. No le quedó más remedio que proseguir sin más víveres.

Llevaba ya una semana vagando sin rumbo por el desierto. No había comido nada y llevaba un día sin beber. Cada día se preguntaba cuánto tiempo más podía seguir así. Con los dientes apretados, recordó a aquellos mercenarios que, en un intento de encontrar las viejas ruinas, le guiaron hasta el centro del desierto y aprovechándose de su ingenuidad, le sorprendieron por la espalda, noqueándole. A las pocas horas se levantó, sólo, desamparado en medio de las estrellas y un enorme banco de arena. Al menos, los cerdos tuvieron la decencia de dejarle una manta para protegerse del sol. Un vano intento de amabilidad cuando en realidad lo estaban condenando a una muerte lenta, agonizante.

Tras unas horas de marcha, el astro aún no descendía ni un ápice. El calor de la tarde le debilitaba las piernas y cada vez, el siguiente paso se hacía más difícil que el anterior. La boca seca, los labios descamados ansiaban un poco de agua, pero no parecía que hubiera un oasis en los alrededores ni en unos cuantos kilómetros a la redonda. Finalmente, exhausto, escaló el costado cóncavo y suave de una duna hasta el borde superior, encaramándose a este con manos agarrotadas. Allá a lo lejos divisó la fachada trasera de un palacio. ¿Un palacio en medio del desierto?

Sus sentidos debían de estar engañándolo. La visión era borrosa y ondulante —un efecto vicioso de las altas temperaturas—, pero realmente esperanzadora. Los labios trazaron una sonrisa en el rostro congestionado por la desesperación y, saltó encima de la duna. Trastabilló ahí arriba y, al segundo siguiente, cayó irremediablemente por la pendiente arenosa con su cuerpo rodante hasta llegar al final. No supo con que se había golpeado la cabeza, pero lo vio todo negro. Su cuerpo inerte cayó boca arriba, acostado sobre la arena.
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Mensaje por Bastet Miér Mayo 28, 2014 10:18 pm

Otro amanecer en el desierto, los atros se conjugaban bajo la estrella mayor, el sol que adornaba ese gran campo de arena que tanto adoraba Bastet y en el cual residía toda su vida.
 El cuerpo moreno y delineado de la felina descansaba en un Diván, afilado como una fiera, delicado como un gato que recién conocía la luz de la vida bajo el primer aliento.

-¿Piensas dormir todo el día?

Estaba fastidiada cuando profirió hacia su mascota, un enorme gato siamés que reposaba junto al Diván de su dueña, su cabeza y su expresión cansada se vieron interrumpidos por el abrir de sus párpados, desviando sus afilados ojos amarillos hacia la fémina sin mayor interés, regresando a su actitud indiferente.

- Aish

Chasqueó la lengua con molestia antes de levantarse bruscamente de su posición, sus delgadas telas y joyas se movieron con igual libertad pero sin salirse de su sitio, cubriendo todo a su debido modo con fineza. Sus pies descalzos se paseaban, haciendo un sinfin de círculos bajo sus plantas morenas en el trayecto, hasta que no pudo aguantar más, estar siempre bajo el abrazador calor de cuatro paredes sin visitas recurrentes no era grato, pero bueno, qué podía esperar, estaba en medio del desierto, y de las pocas personas capaces de resistir tales trayectos para pedir su gracia, hasta el momento no conocía más que pocos valientes, pero que se habían marchado con algo grande en sus espaldas.

Sin más protección que sus prendas ya puestas, salió del palacio con tranquilidad, una suave brisa provocó que un manto de arena acariciara partes de su cuerpo descubierto, provocándole un agradable cosquilleo que la hizo sonreír y continuar con su paso.
Para cualquiera este pequeño paseo equivaldría a un paseo por un parque en un día de temperatura normal, pero no todos tenían la capacidad de sentirse así, y fue entonces cuando encontró algo bastante similar a un cadáver.

Sus órbes rojizos se abrieron con grandeza, ¿Qué le había pasado a ese sujeto? Yacía deshidratado, inconsciente a la bajada de una colina. De inmediato se arrodilló, viéndo claros signos de abandono, el calor le había pasado la cuenta y ya no tenía fuerzas aparentes para levantarse.

Cuando la castaña iba a disponerse a recogerlo, una silueta pasó a su lado para realizar este trabajo. La forma humanoide y viril de Orión, cubriendo su cuerpo por completo de una fría armadura de metal cargaron al desconocido residente en la arena, la había seguido en su caminar como habituaba, sin dejarla sola más que en breves instancias, y esta no era una de ellas.

Bastet sonrió con tranquilidad, agradeciendo mentalmente tal gesto de su fiel mascota, retornando con él al palacio que se encontraba a sus espaldas, a plena luz del día.

En una sala distinta a la principal, considerada como sala de invitados, recostaron al joven en una amplia cama, despojándolo de toda prenda que pudiese darle más peso a su cuerpo, dejándolo únicamente con los pantalones.

-Gracias Orión

Susurró la felina con aire de formalidad mientras el varón realizó una leve reverencia en respuesta, alejándose para ir a buscar agua que pudiese refrescar al joven que yacía recostado.
Bastet se acomodó delicadamente en la orilla de la cama, viendo cada facción de aquel débil cuerpo, probablemente, por haber pasado mucho tiempo a condiciones de las cuales no estaba acostumbrado.

El muchacho de coleta regresó con un jarrón con agua y un pañuelo huntado en esta, que Bastet tomó delicadamente con sus manos para colocarlo sobre la frente ajena, brindándole así frescura temporal. De vez en cuando, remojaba nuevamente el paño para esparcir el agua fría en sus manos, brazos, cuello y frente además de los contornos de su rostro con delicadeza, mientras Orión, retorbana a su forma animal, descansando en plena terraza al sol.
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Mensaje por Alph Jue Mayo 29, 2014 1:27 am

No sabía cuando había llegado, pero, en un segundo, ya se encontraba arrodillado en una sala enorme y luminosa. El ambiente era agradable, el olor dulce de las flores de una pradera infinita, la brisa suave y húmeda de las cataratas. El ruido incesante del agua precipitando en el lago que rodeaba la plataforma. El agua acariciaba la superficie blanca. Parecía artificial pero, en realidad, se trataba de arena blanca, como pequeñas perlas de mar que viajaban con el rumor de las corrientes. Las corrientes del agua tan cristalina que lo reflejaba todo, tan suave y fresca como un beso en la boca.

Sin duda, se trataba de un paisaje más revelador, utópico, mejor que las dunas arenosas y un mar caliente que parecía que iba a tragárselo en cualquier momento. Ah, es verdad. Se estaba muriendo allá en esa tierra que 3 señores ángeles maldijeron. Lo estaba condenando la misma tierra que intentaba defender. Pero, supuso que era el precio de haberse convertido en un mortal. ¿Qué tendría que decir Xelial de todo esto?

Igual, ahora que despertaba y se frotaba los ojos, disfrutaba de unas vistas sin igual. Volteando un poco la cabeza, allí, suspendido en el cielo, habían plataformas de tierra que se elevaban sobre un mar calmo. Allá a lo lejos, formaba el mismo horizonte de una línea inalcanzable e infinita, pero con más blancura pura. Allí, en las plataformas habían árboles, y las ramas se elevaban orgullosas hacia arriba para captar los rayos ardientes. De los ríos que sostenían las tierras vagantes creaban cataratas que se movían y esparcían el vapor del agua. Era hermoso, un paisaje insólito, pero del que no tuvo tiempo de disfrutar.

¿Qué estas haciendo, Alph?

El tono autoritario retumbó en el aire. Las tierras bajo sus pies vibraron en un temblor furioso. Alph, desecho, hincó las rodillas en la hierba plateada y se arrodilló frente a su señor: una figura imponente y enorme se elevaba, surgía del lago como una bestia marina. Era antropomorfa, las placas que cubrían el cuerpo, níveas. Parecía una armadura gigante, de láminas del cuerpo agudas y rectangulares. Dos imponentes, enormes, alas detrás y, en la espalda, una cábala que giraba incesantemente. Al extender las plumas estas se esparcieron y, una lluvia de pétalos argénteos cayeron encima, balanceándose en el aire. Dos aros rodeaban la cabeza, una máscara metálica y dos ojos enrojecidos, rutilantes.

M-mi señor… —hubiera hincado en el suelo una espada, pero se la habían robado aquellos pendencieros.

Alph —la voz tonante—. No vinimos a este mundo a vagar sin rumbo. Esta es tu última oportunidad: consigue el Ala-Gladius. Encuentra el arma que te ha sido concedida, pues solo con ella podrás derrotar a los 3 ángeles que se revelaron contra Ehlysia.

“Los tres ángeles” ¿Cuántas veces se los habían nombrado? Era una pregunta retórica y, tampoco podía contestarla, solo escuchar atentamente a Xelial, pues, cada vez que él aparecía, sus piernas flaqueaban, temblaban como maracas y se hincaban en obediencia absoluta. “Mi señor, si mi señor” le decía en sus sueños y en las pocas frases que le dedicaba cuando surgía de su subconsciente.

Las aguas una vez tranquilas se embravecieron y, en el segundo que sólo le dio tiempo para gritar, se tragaron al joven en una gigantesca ola que concluyó en el centro, convirtiéndo el paraíso en la víctima de un terrible maremoto. Entre gorgoteos y manotazos, todo se oscureció y, al abrir nuevamente los ojos, tomó una potente bocanada, hambriento de aire. Encima, vio a una despampanante chica inclinada sobre él, humedeciendo los labios y el cuello con delicadeza, usando una toalla. Vio los ojos carmesíes abiertos ante él, con la vista aún borrosa. Los labios se entreabrieron débiles, vibrando de sorpresa. La garganta le ardía pero, de alguna manera, los cuidados dulces de la morena suscitaban un efecto analgésico. ¿Seguía siendo la presa de otra ensoñación? ¿O ya había muerto y esto, se trataba del cielo?

Tengo… sed —susurró, con el tono quebrado.
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Mensaje por Bastet Dom Jun 01, 2014 11:59 pm

Los minutos pasaban como horas, lentos y pausados en los que Bastet, se dedicaba a cuidar al viajero, le gustaba brindar atención por su cuenta, especialmente a aquellos caídos por las mareas de arena. Pese a lo fresco de la habitación por la sombra que en esta llegaba, utilizaba el paño húmedo para limpiar las perlas de sudor que caian por la sien del joven, de vez en cuando este se estremecía en su sueño, y Bastet se limitaba a acariciar una de sus mejillas con la diestra cálidad, lo cual lograba relajarlo tras un rato, haciéndolo parecer un niño cansado tras un largo día.

Su cabeza se llenaba de preguntas, cuánto tiempo había permanecido en medio del desierto, por qué estaba en tal estado, en fin, dudas que tendría que esperar a que despertara para calmar la ansiedad de la morena.

Orión acudía a los pedidos de Bastet cuando esta lo solicitaba con un gesto de la diestra, trayéndole agua y paños constantemente, la atencion de la medio felina no bajaba, pero estar tanto tiempo en un único lugar la desesperaba.

-Cuídalo un instante, Orión, si le ocurre algo no dudes en llamarme

Tras finalizar la frase, Orión agachó la cabeza en razón de entendimiento, echándose junto a la cama del inesperado allegado, en cuanto Bastet emprendió camino hacia la terraza superior.

Subió unas cuantas escaleras de cerámica, sus pies captaban el frío de estas y le agradaban, cautivándola hasta llegar a la terraza descubierta a todo sol, sin cobertura alguna, recibiendo todos los rayos que el astro proporcionaba.
Bastet se dedicó a apreciar la piscina en el centro de esta, pese al calor, estaba templada, bastante fría para el contraste con el astro brillante. Nadie habituaba a verla, y dudaba que alguien fuese a molestarla en ese piso, mucho menos el individuo que yacía recostado dentro del palacio.

Las pocas prendas que cubrían su curvilineo cuerpo fueron desprendidas por las morenas manos, toda joya y tela, amontonada en un costado, dejando a aquella divina silueta completamente desnuda, brillante, de piel tonificada en su anatomía. Se acercó a la orilla, sentándose e impulsándose para adentrarse en el agua que la hizo estremecer por lo fría, esta le llegaba hasta la cintura, pero pronto se sentó para que el agua le llegase hasta el cuello, cubriendo su cuerpo erizado totalmente.

-Aah...


Cerró sus ojos y exhaló un conforme suspiro, disfrutando de su instancia y en espera de alguna noticia de Orión respecto al joven durmiente.
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Mensaje por Alph Lun Jun 02, 2014 10:24 pm

Alph estuvo soñando durante un rato más al cerrar nuevamente los ojos. Estaba demasiado cansado, incluso para exigir un poco de agua. Las caricias eran demasiado amables como para ignorarlos, así que se durmió aprisa. Sin embargo, Xelial se estuvo callado, no perturbó por más tiempo sus pensamientos y, por un momento, durmió tranquilo. El tiempo pasaba, y el sol se escondía en el horizonte de un tinte anaranjado y crepuscular. Hacía más fresco en el desierto, pero de noche, las temperaturas bajaban tanto que inclusive podía hacer mucho frío en la inmensidad de la arena. El suelo se enfriaba, era hostil con sus viajeros, pero allá dentro, en el palacio, la temperatura era agradable. Las paredes se mantienen calientes por las noches. Los braseros repiquetean e iluminan los pasillos durante toda la fría noche.

Se despertó confundido, preguntón. Se encontraba en un lecho mullido en medio de un salón espacioso, cubierto con decoraciones doradas, joyas del color del oro. El suelo tapizado con alfombras gruesas, aterciopeladas. Descubrió entonces que se encontraba desnudo, sólo llevaba los pantalones encima y, no nada que le cubriera el torso musculado, también descalzo. No representó un problema: el tacto del mármol blanco suscitaba cosquilleos agradables en la piel. La alfombra era tibia a la pisada.

Con los ojos entornados y exploradores, escrutó la habitación. No parecía que hubiera nadie allí, y luego recordó sus últimos momentos, antes de desmayarse en medio del desierto. Recordó la visión del palacio, rozando el horizonte, ondulante entre el calor que sofoca. Entonces dedujo que, a lo mejor, se encontraba ahí dentro porque alguien le había traído. La visión borrosa de una mujer morena y atractiva, la mirada de dulce rubí mirándole con la fijeza de una madre cuando baña a su hijo. Era agradable, tenía que encontrar a su salvadora y darle las gracias, pero la habitación estaba vacía, al menos, aparentemente.

Siguió hasta una puerta. Atravesó el umbral y un pasillo que seguía más allá. Los pasos restallaban huecos en un eco estridente, opaco. Por el camino se encontró estatuas de gatos talladas en mármol refinado, sentados sobre sus cuartos traseros, las patas delanteras rectas como reyes. Una cortina de tacto dulce de terciopelo, celeste como un día veraniego, le ocultaba el paso a una entrada. Más cerca, encontró una piscina horadada en el suelo marmóreo, perfectamente cuadrada. Una silueta perfectamente curva y morena se acicalaba en ella, disfrutaba de un baño relajante. Se pasaba las manos tímidas y afiladas por la cadera de piel tersa, tostada por el sol desértico.

La curiosidad se acrecentó, los ojos azorados quisieron ver más, pero repentinamente, una mano fuerte le agarró del brazo derecho y lo tiró hacia atrás. Un hombre de pecho altivo y mirada rasgada lo escudriñaba con furia punzante. Los labios fruncidos en una mueca autoritaria. Los cabellos castaños y brillantes del color de la arena parda, se lo recogía todo en una coleta alargada.

Está prohibido entrar en los baños mientras la señora está dentro de ellos —espetó, tajante.

L-lo siento, yo solo quería…
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Mensaje por Bastet Mar Jun 03, 2014 12:25 am

La felina tomaba un poco de agua entre sus manos, alzándolo para dejarla caer como una especie de cascada en torno a su cuerpo, por cada curva escurría para volver a su origen que era la masa de agua en la que estaba inmersa. Procurando de no humedecer sus afelpadas orejas apenas humedecía las puntas de su cabello, gozaba del ambiente y pese al descenso de la temperatura seguía todo templado, lo suficiente para que Bastet saliese del agua sin mayor problema ni riesgo de pillar una gripe, gozaba de buena salud durante toda su vida y esperaba no decaer ahora, en cierto modo, era parte de su poder.

Procedió a acercarse a la escalilla de la orilla, subiendo los cortos escalones hasta salir completamente, su cuerpo chorreaba las frías gotas hasta extenderse en una fina capa acuosa en el suelo a sus pies, con los cuales se desplazó hasta una bata doblada de forma impecable. Tomando esta por el borde superior la extendió, un manto de seda y toalla con decoraciones en azul y dorado formaban tradicionales diseños en la fina tela que se amoldaba a su cuerpo por la humedad de este, sin importar qué tan grande era. Cruzó los bordes del paño color crema en torno a su cintura, sujetándolo con un cinturón para evitar algún futuro percance, apenas si se podía percibir un minucioso escote en su esbelta delantera, su sesión ya había finalizado por el día de hoy, era momento de regresar a su puesto de 'enfermera'.

Descendiendo por las escaleras de cerámica se encontró con una escena bastante curiosa, Orión, con su mirada dorada y cortante sujetaba, con firmeza, al invitado, parecía en mejor estado, pero aun se veía turbado ante la reacción del joven de coleta.

-Orión, no es necesaria tanta agresividad

Masculló la deidad al llegar de tope al piso donde ambos hombres se encontraban, Orión dudó un instante antes de soltarle, viéndole con recelo, esta vez no regresaría a su figura cuadrúpeda, por precaución, sus niveles de alerta estaba por lo mucho, superiores ante aquel 'intruso' de desconocidas intenciones.

-Disculpa su actitud

Profirió con ternura al momento que sonreía al joven viajero, acercándose a él y colocando las manos en sus hombros desnudos, casi sujetándole, para analizar gran parte de su anatomía, deseaba asegurarse que su exterior no estuviese provisto de lesiones urgentes, pues al parecer, solo había sido un simple desmayo momentáneo. Pese a haber estado sumergida largo rato en el agua fría, sus manos ya habían recuperado el calor habitual, siendo sus palmas bastante suaves y tibias al tacto.

-¿Gustas comer algo, o beber?


En su voz se notaba la preocupación, se separó con suavidad del joven y emprendió camino a través de los largos pasillos en dirección al comedor, esperando ser seguida por el muchacho y, por lo visto, importándole poco su facha de baño, que no terminaba por restarle elegancia, cada prenda contenía esta cualidad, insertada de forma extra, en Bastet.
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Mensaje por Alph Mar Jun 03, 2014 5:53 pm

La mujer apareció tras la espalda del guerrero dispuesta a defenderle. Para su sorpresa, Orion lo soltó nada más escuchar la orden expresa, sacudió la cabeza sumiso mientras musitaba un “perdóneme, mi señora”. Se inclinó cortésmente y se retiró para dejarles paso, dedicando, aún así, una mirada recelosa al joven mientras la diosa lo examinaba con especial cuidado.

Alph no supo que decir, pero se mantuvo rígido. Sentía cosquilleos en la piel allá donde Bastet le escrutaba con ojos carmesíes y dulces. La tibieza de sus manos era casi angelical. La morena era bellísima, una joya del desierto embadurnada en mieles. Un cuerpo moreno, suculento, que uno cualquiera desearía para para sí mismo. Envolvía la primorosa y exótica anatomía con un albornoz fino que le cubría todo el cuerpo, a excepción del escote. Las líneas atrayentes y esponjosas de los senos escondiéndose por detrás de la tela suave.

No pudo evitar echarle una miradita breve, disimulada. Los ojos azorados oscilaban en torno al cuerpo, y seguían haciéndolo con primoroso interés una vez avanzaba, aún aturdido, detrás de ella.

Eh… sí —masculló a tiempo.

Seguía sintiendo la necesidad de agua y comida, así que la siguió en silencio hasta una sala espaciosa que hacía las veces de comedor. Aquella estancia amplia y vacía estaba en completo silencio, y le hizo pensar si ella en realidad vivía sola en ese castillo con aquel único guardaespaldas como acompañante. Era inusual en todos los sentidos. También se preguntaba por la identidad de su salvadora. La indumentaria le llamaba la atención, la piel tostada y los cabellos lisos, azabaches, los ojos rojizos. Las intenciones bien oscuras las llevaba escondidas dentro de su corazón. El brillo de la mirada y una voz preocupada, casi maternal. Alph se preguntaba si de verdad merecía aquello, su boca empezaba a torcerse en una mueca atribulada, confusa.

¿Tú me salvaste, verdad? —se acercó por la espalda, esperando que en cualquier momento, la chica se volteara a mirarle— Si es así, me gustaría conocer el nombre de mi salvadora y, después, agradecéserlo como es debido.

Y se inclina cortésmente delante de ella, una sonrisa afable adorna sus labios.
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Mensaje por Bastet Miér Jun 04, 2014 1:10 am

Se aproximó finalmente al salón con una extensa mesa en el centro a modo de comedor, las sillas de terciopelo alrededor eran varias, como un salón de reunión con cada esquina adornada con una estatuilla de mármol y contornos de oro, era increíble como material tan valioso estaba concentrado en un palacio en medio del desierto cándido.
Apenas escuchó la voz ajena apoyó la diestra en la mesa frente a ella, volteando de medio lado para verle con fijeza, eran extrañas las ocasiones en las que no miraba los ojos de su acompañante al cual dirigirse en ese momento.

- Si, fui yo, con ayuda de mi compañero

Murmuró al momento que sus órbes se desviaron hacia Orión que yacía erguido en la puerta de la sala, con las manos tras la espalda, en su rostro no había expresión alguna, solo una mirada vacía pero en alerta hacia el demasiado curioso invitado.

- Mi nombre es Bastet... él es Orión

No podía dejarlo de lado aunque quisiera, era su maestro, cuidador y compañero, aunque gracias a él no podía tener momentos de exagerada intimidad, fuese quien fuese, si no pasaba por su consentimiento no le serían brindados ni cinco segundos a solas con su Diosa.
Ante la reverencia no pudo más que emitir una delicada risilla, negando con la mano disponible.

- No es necesaria tanta formalidad, es más, siéntate

Tomó una silla por el respaldo para jalarla hacia atrás, dejando el espacio correspondiente para que pudiese sentarse su ahora invitado, nadie pensaría que una deidad como ella podría tener tanta humildad o servidumbre, pero actuar con orgullo ante un herido no era parte de su persona, o al menos así le habían enseñado.

- Orión te traerá alimento y agua, yo debo ir a vestirme, lamento estar en estos paños


Pese a la delicadeza y conformación de su prenda, prefirió ir por algo más cómodo y apropiado, por lo que no llegó mucho más lejos que a la habitación del frente, en donde había un biombo y unos ventanales que dejaban ver toda la extensión de Bastet cuando se vestía, pero le daba igual, por los costados nadie se atrevería a entrar.
El felino humanoide caminó hacia la cocina, en busca de lo encargado a modo de orden, mientras la fémina se quitaba la prenda encima, colgándola en el biombo detrás del cual, estaban todas sus prendas y joyas de recambio, cada prenda ajustada a su cuerpo, color crema y los contornos dorados en torno a su cintura y resto de la anatomía.
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Mensaje por Alph Miér Jun 04, 2014 11:24 pm

Quiso restarle importancia al hecho de que llevara el albornoz encima, después de todo, no tenía derecho a quejarse de la indumentaria de su anfitriona cuando había sido ella la que le había salvado la vida. Pero la réplica se quedó en el aire, y Alph se quedó con los labios a medio abrir, sin emitir sonido alguno. Observó hipnotizado la ancha espalda, sinuosa y curvilínea. Las nalgas se movían de un lado a otro en un baile sensual, sin ser intencionado. De alguna manera, se sintió perturbado por la visión, pero Orión se acercó por detrás para acabar con su ensimismamiento, apoyando una mano enguantada en acero sobre el hombro desnudo. El tacto era frío, casi tanto como el trato que le profesaba.

Siéntese, por favor.

El guardián se permitió ser un poco más cortés. Alph sacudió la cabeza en afirmación y se sentó en una de las sillas, casi en medio de una larga mesa marmórea y que recorría el salón de lado a lado. Allí cabría el banquete para hasta unas treinta personas, y si contábamos la otra mesa, muchas más. Sin embargo, los que estaban allí eran solo tres personas. Habían unos candelabros enormes en el techo, y cuatro columnas festoneaban las esquinas del salón. Las alfombras tapizaban el suelo frío. Bastet se vestía con calma detrás de un biombo dorado, justo en frente de una enorme ventana que daba al desierto. Desde allí, las arenas en conjunto conforman un mar embravecido. El sol ya se escondía en el horizonte y, desde allí, parecía como si se hundiera entre arenas movedizas.

En cierta manera, el desierto podía ser hermoso, pero no perdonaba a quien no estaba preparado. Sus pensamientos se vieron interrumpidos, nuevamente, por Orión, quien diligentemente le colocaba un pequeño cuenco de cerámica justo delante. Alph lo tomó con ambas manos, bebiendo el contenido en tan solo unos segundos. El aroma fresca del agua era agradable para su nariz, el tacto recorría y aliviaba su garganta seca. Al acabar abrió la boca, se desechó en un gemido de alivio y se apoyó en el respaldo, el cuerpo se deslizaba poco a poco hacia abajo siendo llevado por el placer satisfecho. Cerró los ojos, los labios se tornaron en una sonrisa de complacencia.

El agua está deliciosa —se frotó con el dorso de la mano y, con más ánimos, le tendió el cuenco a Orión para que lo rellenara.

El guardaespaldas lo miraba con suspicacia. Había un pequeño estanque que se elevaba como una fuente, un semicírculo adosado en la pared sur del salón. Justo encima sobresale una prolongación, un cuello dorado que acababa en la cabeza de un gato con la boca abierta. De ahí brotaba el agua chisporroteante, cristalina y deliciosa. Orión llenó el cuenco y se lo entregó a Alph, recibiendolo con una gran sonrisa.
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Mensaje por Bastet Sáb Jun 07, 2014 2:55 am

Un sujetador color crema fue acomodado en la promimente delantera de la morena felina, cada tira dorada rodeó su cuello, y sus costados, algunas descendieron por su vientre desnudo, y una fina tela extensa utilizada para cubrir de su cintura hacia abajo, dejando los costados de sus muslos al descubierto. Sus brazos fueron adornados por innumerables pulseras y joyas, sus corvas envueltas en sus zapatos de igual color dorado resplandesciente, cada centímetro de su morena piel era adornada por costosos adornos. Como último detalle se colocó un collar de dos ebras, una apegada a su cuello y la otra, descendía por su curvado pecho.

En paralelo, Orión servía de forma sublime el agua al joven, suspiraba constantemente pero de forma silenciosa ante cada pedido, veía el alivio reflejado en el otro varón con el último cuenco rebalsándose de agua. El castaño se marchó, el tiempo transcurría cuando la fémina regresaba, correctamente vestida al encuentro del Paladín, colocándose junto a su silla y apoyando suavemente el antebrazo en el respaldo del inmueble.

- ¿Te sientes mejor?

Preguntó curiosa, su llegada silenciosa quizás pudo sorprender al invitado, pero se limitó a sonreír en su posición, sus extensas orejas se movieron cautelosas cuando oía, a la distancia, cómo se aproximaban unos pasos firmes.

Orión venía con bandejas de plata, una en cada mano, una repleta de frutas frescas de todo tipo, mientras en la otra, venía mucha carne asada, vegetales, y comida suficiente para siete hombres, y aun no cesaba, tras dejarlas frente a Alph continuó acarreando cosas, incluyendo el cubierto y claro, más agua para el deleite ajeno.

- Espero que eso sea suficiente


Para ella no era nada comparado lo que otros podían comer, agradeció a Orión por el trabajo y este respondió con una cordial reverencia, saliendo del comedor para no incomodarles, pero no demasiado lejos por si se necesitaba de su presencia inmediatamente.
Se sentó en la silla siguiente del allegado, tomando un racimo de uvas de la bandeja de las frutas, comenzando a sacar una por una, deslizándola con un par de dedos por entre sus labios, presionó una de estas esferas verdes de modo que una gota de jugo se deslizó juguetona por la comisura de sus labios, ignorante de ella, Bastet solo tragó la jugosa perla, cruzándose de piernas mientras seguía gozando del racimo, esperando alguna reacción del ocupante de la cabecera.
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Mensaje por Alph Lun Jun 09, 2014 8:23 pm

Orión no se tardó en traerse unas bandejas de oro perlado con suficiente comida como para alimentar a un ejército entero. Traía platos con pollo asado, costillar acaramelado, tierna verdura y fruta húmeda, deliciosa. El paladín no podía creerse lo que veía. Si estaba soñando prefería no despertar nunca, aunque su cuerpo siguiera reseco y caliente abrazado por la arena de las dunas fulgurantes. Bastet se sentó a su lado en una silla contigua, al darse cuenta, Alph disminuyó su velocidad de forma considerable: hasta ahora había devorado un pollo entero en un ansia carnívora que lo había sorprendido incluso a él. Sin embargo, es necesario demostrar cortesía y respeto delante de tus anfitriones, sobre todo cuando la mirada inquisitiva, carmesí, casi mágica, le estudia de esa manera.

Muchas gracias, muchísimas gracias —musitó con los ojos fuertemente cerrados, llevándose un fruto color rojo a la boca. El extraño sabor dulzón inundó el gusto junto con el frescor del agua. Podría haberse echado a llorar en ese instante, pero si no, no le daría tiempo de disfrutar de la comida, comida que por cierto, ignoraba cual fuera su origen en una tierra tan árida como aquella.

El guardaespaldas se se despidió de ellos con una reverencia leve, y se retiró hasta el extremo del ala de un edificio, donde restaba erguido y con la mirada enseriada perdida en un mar de pensamiento desconocido. Alph no pudo evitar mirarlo casi de soslayo, estaba más distraído con la mujer que le acompañaba y que, con una terrible dulzura, bebía el jugo de una uva deslizándolo suavemente entre los labios carnosos y tintados. Bastet se vestía como una princesa oriental. La indumentaria holgada consistía nada más en una pequeña prenda de seda que cubría la pelvis y la delantera en su justa medida. El resto, collarines dorados que adornan su piel con motivos tintados en oro puro y piedras preciosas engarzadas como decoraciones dignas de una diosa que comanda las corrientes de arena.

Alph comió y bebió —más fruta y agua que carne seca— hasta hartarse. Y una vez ambos hubieron terminado, Orión se acercó de nuevo para retirar los platos usados. El ángel exhaló un suspiro pesado y complaciente, recostando la espalda sobre la cómoda silla. Miraba fijamente al techo ornamentado de la sala de banquetes con la mirada fija. Los labios se arrebujan en una expresión atribulada. No le gustaba recibir tanta hospitalidad sin tener ninguna moneda con la que pagar todas las atenciones puestas en él, así que esperaba ser de alguna utilidad para la diosa.

No he visto ni un sólo alma en el palacio aparte de ustedes dos ¿Vivís solos? —y el edificio era bastante grande. La bóveda larga del salón era tan grande que daba la impresión de admirar un cielo marmóreo e infinito. Otros salones eran pequeños, austeros, pero aquel estaba debidamente decorado, pareció haber sido usado por cenas más multitudinarias, en otro lejano tiempo. Un santuario en medio de las yermas ardientes.
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Mensaje por Bastet Jue Jun 12, 2014 6:45 pm

El individuo estaba sin más agradecido, la emoción se denotaba al comer y eso agradaba a Bastet, no siempre recibía a sujetos que disfrutasen de estar mucho tiempo, mucho menos comiendo, algunos tenían la percepción de que intentaban matarlos, o algo parecido, pero Bastet estaba lejos de eso, mucho menos su servidor y tutor felino.
Al ver que bajó el ritmo le sorprendió, ante lo cual no pudo evitar soltar una cortes carcajada, cubriendo sus delicados labios con el dorso de la diestra

- No tienes por qué detenerte, puedes estar en confianza

Sus palabras desprendían total sinceridad, cualquiera creería que los Deus, o deidades, estaban bañados en arrogancia, y en efecto era así, pero ante el más débil por las condiciones a las que había estado expuesto, no podía hacer nada más que brindarle cuidado y atención, y era casi una ofensa que le guardase tal respeto mientras estuviesen en la mesa.

Después de todo terminó de comer y al poco tiempo, Orión vino a retirar los platos con cortesía, todos acumulados hacia la cocina para lavarlos, en sí, el felino cumplía con todas las necesidaes que alguien pudiese requerir, quizás por eso, no habían más servidores, o por el simple hecho de que no soportaban el trato hostil del desierto ante los inadaptados.

- Si, vivímos solos... No muchos se atreven a servir, y no necesito de quienes lo hagan


Su tono cambió a uno más airoso, realmente había sido educada con la escasa necesidad de más servidores inútiles, prefería uno, aunque el espacio en ese palacio fuese para abarcar a más de cien personas.
La fémina se levantó de su aposento, sin quitarle la vista de encima al invitado

- El baño está preparado por si deseas ocuparlo

Hacia el fondo del palacio, a la derecha, junto al cuarto de invitados estaba el baño respectivo, la amplia tina estaba llena de agua tibia con los bordes adornados de exóticos jabones y esencias, cada una de aroma distinto y especial, distintivo al aroma que llevaba Bastet encima, que era una mezcla de miel con frutos secos.
Sobre una banca habían prendas blanquecinas dobladas que podría utilizar de vestimenta mientras que su armadura y utencilios, eran limpiados, no tardaría demasiado en ello, Orión ya había inciado la causa tras lavar los trastes, por lo que podría irse tan pronto como quisiera, después de todo, todos deseaban huir y no le sorprendía que en esta ocasión fuese igual.
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Mensaje por Alph Dom Jun 15, 2014 4:42 pm

Después de la comida la morena se levantó del asiento para seguidamente, invitarle a un baño. Alph dedujo que esta vez no pondría pegas a la hospitalidad que recibía. Al fin y al cabo, la amabilidad y la calidez con la que le trataba le abría el corazón, y entonces, empezaba a mirarla con un cariño extraño que nunca antes había sentido. Afirmó quedo con la cabeza y se irguió para despedirse temporalmente de ella. “No tardaré mucho” le dijo a su anfitriona, y se marchó por el cuarto de invitados hasta otra habitación amplia, como una sala cuadrada e igual de ornamentada.

En el centro el suelo estaba horadada para hacer las veces de tina, llena de agua. El borde fino formaba una cornisa delgada y bastante peligrosa, y en uno de los lados, esta se agudizaba para formar unos peldaños pequeños que llevaban hasta el fondo de la piscina. Justo en la entrada encontró un guardarropa y un vestuario. Allí se desnudó y puso a disposición de su ropa al sirviente de Bastet, que a pesar de que seguía mirándole con cautela, se comportaba amable y servicial a las órdenes de la diosa de los gatos.

Entró desnudo en el habitáculo, rodeado de una espesa bruma. El vapor de agua que destilaba la tina era caliente y apaciguaba la musculatura abotargada. Estaba fatigado incluso después de comer y beber en demasía, y necesitaba descansar. Entró lentamente para entrar en contacto con la superficie del agua, y fue sintiendo poco a poco del calor húmedo que subía por su piel. Las venas se dilataban con el calor, y los poros del tegumento se abrían, terciopelando la superficie amoratada y áspera. El vello de los brazos y del pecho se erizó con la sensación placentera e, imperceptible, tuvo una pequeña erección debajo del agua de la que le avergonzó durante un momento. No quiso decir si era la propia sensación dulce que le transmitía goce de un baño o, la viva imagen de su mente de aquella diosa despampanante y exótica revelándose ante él. De cualquier manera, apoyó los codos sobre la cornisa que delimitaba la tina cuadrada y, en una esquina, disfrutó de la sensación.

A su lado habían sustancias aromáticas contenidas en frascos romboides y ovalados, asemejándose a piedras preciosas como rubíes o cuarzo. Un olor a miel dulce inundaba el ambiente, ardiente como una sauna. Al tomar un poco del agua entre sus manos y beberla, descubrió con sorpresa que tenía un sabor dulzón a las secreciones primorosas y brillantes de un panal de abeja.

Mirando hacia las grandes columnas, descubría que se alzaban como pináculos altos e imponentes hasta el techo alto, abovedado. Con el cuerpo arqueado él miraba hacia arriba, y el cabello apelmazado se pegaba a las sienes por culpa de la humedad. Pensaba en todo lo que le había dicho Bastet, y en la idea de vivir durante toda su vida en un palacio tan grande como para albergar a una contingencia entera. Y pensó entonces en cómo agradecerle todo lo que estaba haciendo por él. Al fin y al cabo, aunque al final fuera la voluntad de Xelial que él viviera, no estaba dispuesto a irse de allí sin, primero, agradecerle de alguna manera a su dulce anfitriona.
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Mensaje por Bastet Lun Jun 16, 2014 12:06 am

Orión recibió las prendas, carente de expresión, no le molestaba hacer todo aquello mientras fuese por el bienestar de los invitados, claro era que esta visión no era de su parte, si no lo que le transmitía Bastet que emprendió camino al cuarto de invitados.

El felino humanoide comenzó a lavar las prendas, Bastet, lejos de querer molestarlo comenzó a ordenar el cuarto donde podría descansar el allegado, extendió las sábanas de seda en la amplia cama, seguido de unas delgadas frazadas y un cobertor de fibras plateadas y doradas, que brindaban la temperatura perfecta para las frías noches y calurosas mañanas.

Las cortinas abiertas y una fina capa blanquecina transparente dejaba ver el rojizo atardecer en el horizonte, la morena apreció esto un instante antes de salir del cuarto, a la espera de noticias del invitado.

No quería ilusionarse nuevamente, todo el que llegaba se iba, pero quería darle los mejores cuidados antes de que esto pasara, ya estaba acostumbrada a quedar sola, pero su tutor era la única compañía necesaria en ese entonces, aunque no podía cumplir con sus necesidades femeninas a la edad aparentemente llegada.

Emprendió camino, pensativa hacia la sala de descanso, alfombrada y una chimenea de fondo únicamente de adorno ya que la hora no ameritaba que fuese encendida, en el centro, un Divan color crema aterciopelado con rojo y madera cobriza, en donde reposó su cuerpo delicado, recostándose de medio lado con medio muslo descubierto, las amplias puertas de la sala dejaban entrever su figura, Orión se asomó en cuanto terminó para revisar que todo estuviese en orden, no había mucho movimiento aunque los aromas dulces del baño se apoderaban de cada rincón del palacio, eran esos momentos agradables y breves de cada día. Adoptó entonces su forma cuadrúpeda, cuando era un humano se sentía cansado, pero eso no quitaba la intensa vigilancia, pasó además fuera del baño donde descansaba el paladín, asegurándose de que estuviese ahí, y en efecto, lo estaba, disfrutando de las aguas acarameladas.
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Mensaje por Alph Miér Jun 18, 2014 2:26 am

La idea le vino de repente a su mente relajada, abotargada y dormida sobre una nube de vapor espeso. Le cruzó por la mente como un rayo eléctrico, su cuerpo se convulsionó de emoción, y se levantó entre las aguas cimbreantes. Salió de la piscina como una exhalación, pero aún así, no se escapó ante la mirada atenta de Orión antes de abandonar en paños menores el salón de baño. El gato, esta vez en su forma felina, más cómoda —Alph le había descubierto, no sin mucha dificultad: la mirada igual era de severa, y suscitaba una terrible sensación de inferioridad— y siguió al felino por los intrincados pasillos y las inclinadas escaleras hasta llegar un vestidor amplio.

Minutos después, llevaba un atuendo más diferente y que sin duda le ayudaría a soportar el calor del desierto. Una camiseta holgada le colgaba sobre los hombros, el cuello amplio colgaba de hombro a hombro, y las prendas pardas caían como una cortina sobre el vientre. El pecho orgulloso y descubierto revelaba el físico musculoso del ángel. Una pequeña mata de vello corto, suave y castaño, adornaba el esternón de arriba y hacia abajo. Una túnica discreta cubría su entrepierna y gran parte de los muslos, pero los pliegues no llegaban a rozar el suelo y, por lo general, la indumentaria era cómoda para permanecer entre los muros del palacio.

Fue así cómo se presentó en la sala del descanso. Una habitación enmoquetada y tapizada de decoraciones de oro. El suelo acolchado bajo una espesa alfombra, y a la derecha, unos ventanales descubiertos que miraban al oeste del desierto, donde mares y mares de arena cubrían una extensa capa que se extendía kilómetros más allá. Una infinidad le parecieron a Alph.

Por allí uno podría ir hasta descalzo, así que abandonó las zapatillas en la entrada y avanzó hacia el diván que se disponía en el centro, encarando a una larga chimenea marmórea que se elevaba hacia el techo y por ahí se perdía. Los pelillos en la alfombra le hacían cosquillas en los pies, por no decir que el sofocante calor de fuera se había convertido en un bochorno agradable y que, poco a poco, se iba suavizando para dar paso a un frío casi glacial.

Alph saludó silenciosamente, levantando la mano, sonriendo tan misteriosamente como era, y con un gesto, inclinándose, pidió permiso para sentarse junto a ella en el amplio asiento. Así lo hizo, en un extremo del mueble, mirando con curiosidad hacia el recodo en el que se escondía la madera lista para quemar y crear un fuego acogedor en una noche fría. Por fuera de las ventanas el sol se escondía rojo chillón bajo las arenas calientes.

Todo fue silencio entre los dos. Sin embargo, Bastet se atrevía a mirarlo con agradable confianza, con un brillo animado en los ojos carmesíes. Pronto, no tardó en romper el silencio. Todo empezó con un nuevo agradecimiento, y prosiguió después con temas menos importantes, más divertidos. Sin embargo, a medida que los dos hablaban, la conversación se fue oscureciendo, no en sentido figurado, pero sí se enserio hasta el punto de que Alph, en su resilencia, fruncía el entrecejo irresoluto, como si quisiera confesarle sus mayores oprobios a la reina de los gatos.

Hagamos una cosa: compartamos un poco de información acerca de nosotros. Tú me dirás algo de tí, y yo de mí, y así sucesivamente —contó, era un bonito juego con el que empezar a consolidar la confianza—. Por ejemplo, me puedes decir por qué vives aquí, en un palacio, tu sola. Yo puedo contarte cómo acabé inconsciente en medio del desierto.
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Mensaje por Bastet Vie Jun 20, 2014 7:18 pm

Sus pensamientos se vieron prontamente desviados en las envolventes llamas de la chimenea, su cuerpo relajado, su respiración más lenta la aletargaban, forzando a sus párpados a cerrarse, sumiéndola en un tierno sueño, que la llevó a ovillarse en el diván, haciéndola lucir como un ser más pequeño y menudo, aunque sonaba imposible que alguien ya de por sí baja, se viese mucho más infantil y encogida.

No fue capaz de percibir el saludo ajeno con la mano, pero si despertó de inmediato ante la solicitud de permiso cuando se acomodó sentada a su lado en el mueble, esto, lejos de molestarle le causó especial intriga, un atrevimiento curioso ante el cual no pudo evitar sonreír. Lentamente se incorporó, ya no se veía tan débil, si no que se había sentado con la espalda erguida apoyada en el respaldo del mueble de terciopelo, con una pierna cruzada sobre la otra, medio desnuda, pero cubriendo lo necesario para no permitir malos entendidos.

El silencio no era excesivamente incómodo, se dedicaba a mirar cada rasgo del joven, sin duda lucía como tal, cada vez le sorprendía menos que hubiese terminado en el desierto, un descuido quizás, u otros factores que de igual modo podrían afectarlo a tal punto de caer inconsciente.
Aquella propuesta le pareció el mejor método de intercambiar palabras, no era de socializar mucho, puesto que nadie lo deseaba, por lo que tener cierta compañía voluntaria hacía muy amena la instancia íntima en aquella habitación de descanso.

-Suspiró entonces para comenzar a hablar


He nacido en este palacio, desde entonces he crecido en compañía de Orión, el antropomorfo con el que te has podido encontrar, a ninguno nos gusta la servidumbre, además, no todos soportarían trabajar o siquiera vivir en un desierto tan salvaje e incierto, por ello, tampoco me sorprendería que te fueras pronto

Asmitió con aire de desgano, sin embargo se repuso de inmediato, no buscaba deprimirle con sus vagas experiencias, por lo que le incitó a cumplir con la respuesta, era alguien curiosa, y más que descubrirlo, el trabajo se le había facilitado en cuanto mencionó aquella especie de trato qué cumplir.

-Ahora, ¿Por qué terminaste aquí?
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Mensaje por Alph Dom Jun 22, 2014 1:30 am

Fueron unas largas horas, pero no mal aprovechadas. Bastet contó su historia, breve, carente de detalles, pero atrayendo la curiosidad del ángel, que la miraba con atención. Se sentía muy especial cuando su anfitriona compartía con él en confianza alguno de sus secretos, y el diván, en aquella habitación prendida de agradable familiaridad. Allí dentro el calor de la chimenea era el envolvente y dulce ambiente que los mantiene sumidos, seguros. El chico cruzó las piernas sentándose sobre el mullido sillón, intercambia una mirada con su compañera y, sus palabras empiezan a relatar una historia con todo lujo de pormenores. Gesticula con las manos, a veces habla animadamente, otras, cabizbajo.

Alph es un paladín sin dios, un mercenario sin camino predefinido. Viaja de tanto en cuando para buscar su destino perdido y recuperar las memorias que ha perdido. De vez en cuando vive experiencias oníricas que clarifican e iluminan el camino, en forma de orientaciones confusas e intrincados puzles. A veces se le aparece una criatura enorme que se le aparece en sus sueños, que se hace llamar Xellos. Desde entonces, lo trata como si fuera su señor, y sigue —en la medida de lo posible— las indicaciones. La última revelación tomó la forma de una pequeña anciana encorvada que vive en un pueblo en las inmediaciones del desierto. Habló con ella allí, y resultó que se trataba de una profetiza.

Alph le preguntó cómo podía encontrar la “estrella dorada” tal y como le había indicado el ángel que aparecía en sus sueños. La señora sonrió misteriosamente —como si aquello se tratase de un encuentro predestinado— y medio de una misteriosa profecía,  mandó a explorar el desierto acompañado de un par de guías que, resultaron, en última instancia, ser unos desalmados ladrones. Justificaban el acto asegurando de que “Alph parecía un sucio humano”, y después de noquearlo, le robaron las pertenencias y le abandonaron en el medio del desierto, presuponiendo que moriría en los días siguientes, de forma lenta, por falta de agua y comida. Hubiera sido así el desenlace, si no fuera por el rescate.

No contestó a la pregunta de qué era aquella estrella. Daba evasivas y, de todos modos, en realidad, no tenía ni idea de qué se trataba. “Es la única esperanza para alguien importante” dijo Alph. Pero no puntualizó nada de esto último, dejándolo para la curiosidad y la imaginación de Bastet la consecución. Daba palos de ciego continuamente y, reunía a trompicones la poca información que le iba llegando sobre qué debía de hacer. Ni siquiera se daba cuenta de que era un ángel, y no entendía cuando los demás le señalaban y rezaban: “La raza maldita vuelve a renacer para destruir el mundo”. Pronto, al darse cuenta de su verdadera naturaleza, fue en una infructuosa busca de los suyos que, al verle, no le aceptaron por no tener la capacidad de volar y menos, por no tener dos refulgentes alas en la espalda. Es por ello que, por inseguras que fueran las pistas que le llegaban a cuentagotas, las iba siguiendo cautelosamente una a otra, lo que le había llevado en un peligroso viaje por las tierras de Ehlysea hasta, irremediablemente, verse en aquella tesitura.

Buscar algo que ni siquiera sabes lo que es en un desierto tan vasto es imposible —se quejó, y suspiró, se sentía tonto solo por conservar la esperanza—. Pensaba que sabrías tú algo de ello.

Y la miró, esperanzado. Luego, por saber si iluminaría alguna bombilla dentro de Bastet, le cantó unos cuantos párrafos:

Una estrella dorada yace enterrada en las dunas,
cuando la sombra de la torre apuntale al atardecer,
y el elegido señale al sol un símbolo de confianza,
se abrirán las puertas hacia un poder olvidado.
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